jueves, 11 de octubre de 2007

La arquitectura como modo de vida

Hoy tuve un discusión muy interesante con dos amigos mios. La cuestión era la siguiente:
¿Hasta qué punto condiciona la arquitectura en el modo de vida de una persona?.

Una de las posturas apoyadas era que la arquitectura es una materia primordial y fuerte condicionante en el modo de vida de la gente, puesto que la funcionalidad, el espacio, la situación y la comunicación eran conceptos físicos fundamentales para la adecuación de una persona a modo de vivir, a una actividad laboral y al fin y al cabo a la constitucion de un hogar. La arquitectura condiciona de tal modo la vida de alguien que llega a decidir cuantas personas residiran en una vivienda, si es para una familia acomododa o marginal, si es para una familia o para un sólo trabajador etc...

Pero por otro lado hemos de tener en cuenta el factor sociológico y cultural del entorno. En esta otra postura, es el individuo el que marca la funcionalidad del edificio. Es sabido de sobra que el factor económico actualmente es mucho más importante a la hora de decidirse por una casa que la funcionalidad o apego personal. Está claro que en un barrio marginal no puedes construir dúplex con jardin o apartamentos de lujo, eso es evidente. Aquí apoyamos que es la comunidad la que marca la edificación, el carácter del grupo social en cuestión será el condicionante de la vivienda. Es necesario un serio estudio sociologico ( como en el ejemplo del barrio marginal de gitanos) de la zona para poder acertar con una funcionalidad que no ha de caer en el error de ser enmarcada en la generalidad de un grupo social.

¿ Nos condiciona nuestra casa o somos nosotros los condiconantes?

lunes, 8 de octubre de 2007

El comienzo

Este blog pretende ser un espacio de debate sobre los problemas que conciernen al mundo y a nosotros como sujetos racionales atados a una sociedad que parece seguir su curso sin llegar a juzgar demasiado su camino

Este blog es una llamada a la opinión y a la reflexión.

Su título pretende recordarnos a aquellos que no fuimos demasiado buenos en alguna ocasión, o que no seguimos la directices dadas, aquel imperativo de:

-! Castigado, mirando a la pared!

Ese momento donde se nos obligaba a reflexionar sobre lo hecho a divagar sobre los actos y sobre nosotros mismos.

Aquí no hay castigo ni obligación,
somos nosotros mismos los que decidimos si pararnos cara a a la pared
pero expresando todo aquello que se nos pase por la cabeza.