jueves, 8 de noviembre de 2007

Los Libros arden mal


Este título fue lo primero que me encontré al abrir una revista de críticas literarias a la que soy asidua. Es un libro de un señor llamado Manuel Rivas al que los críticos no refieren demasiado afecto por decirlo de alguna manera. Este literato nos habla en su obra de la famosa quema de libros expoliados de varias bibliotecas realizada públicamente por los sublevados contra la República en La Coruña rondando el año 1936. El caso, es que el título de este ejemplar se me quedó grabado a fuego en la mente y me hizo pensar en todos aquellos otros libros destruidos, obras maestras de gran valor sacrificadas ya desde la inquisición.
Curiosamente es la iglesia la primera en realizar este delito con respecto saber, y eso que su ideología misma se supone basada en un libro. En 1490 en Salamanca se quemaron seis mil volúmenes sobre magia y hechicería y en Sevilla ese mismo año otro tanto de bíblias hebreas. En 1502 salió una ley contra la importación de libros en castellano algo que estaba prohibido. En 1521 se prohibieron las obras literarias (en general). Pero lo realmente grave llegó en 1558 donde la posesión de libros censurados suponía la pena de muerte. Se prohibieron los libros de los franceses Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Diderot, etc. También los de Boccachio, Zuinglio, Hus, Dante, Maquiavelo, Savonarola, Tomás Moro, etc…Se llego hasta ha censurar una frase de “El Quijote” de Cervantes que decía: “las obras de caridad que se hacen débilmente , no tienen mérito ni valen nada”.Así de aislada se encontraba España, entonces famosa en el resto de Europa por la especial crueldad y castigo de su Inquisición.

Algunos que siguieron esta mala costumbre pero desde un matiz distinto fueron los movimientos fascistas, como fue el caso del cual este autor nos habla con respecto al suceso coruñés o el caso de los nacional socialistas alemanes en la segunda guerra mundial. Los nazis requisaron y robaron miles de libros para después ser destruidos en la hoguera. La primera gran hoguera fue en mayo de 1933 donde en toda Alemania estudiantes y militantes nazis recogen y queman miles de libros; obras literarias, filosóficas y científicas que se tacharon de sospechosas y anti-alemanas. Hitler sabía bien qué era lo primero que debía exterminar antes de imponer su ideología.

Otras obras no quemadas pero que son referentes importantes con respecto a este tema son “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury,“1984” de George Orwell o “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. Estas obras relatan mediante la ficción lo que sería para la humanidad esta supresión literaria o del arte en general de forma radical. Hablan del intento de mecanización y sincronización de la mente humana junto a la supresión de cualquier tipo de sentimiento o actitud que haga creer al hombre diferente a los demás, es decir, nos hace máquinas de trabajar y máquinas de vivir. Y entonces yo me planteo la siguiente pregunta ¿qué es lo que nos hace humanos sino son los sentimientos ni la razón? La respuesta es: nada. Por suerte al final de estas historias siempre se vislumbra el poder del arte, de esa representación sentimental del hombre con respecto al medio y se abre otro camino, otro mundo de posibilidades que da esperanzas al protagonista y un poco a nosotros también.

Doy gracias a que nuestros tiempos no se advierten estas salvajadas anti-culturales y los libros aunque cada vez menos amigos de las generaciones (todo hay que decirlo) son libres en su propósito y (orgullosa de ello) más aún en nuestro país al no permitir la privatización de las bibliotecas, lo que no sería un delito semejante a los ya narrados pero si un abuso y supresión de la literatura para muchos. También es verdad que todavía hay países que aún sufren esta represión debido a fanatismos inútiles. Pero bueno, puede decirse que en todo occidente la literatura vuela junto a los contemporáneos avances en los que prima la libertad. Aún así se asoma una nueva incógnita, y es que en medio de tanto escritor o “seudo escritor” deambula el rumor de que la buena literatura se pierde y de que como todo en este mundo, lo “rápido” es lo que marca tendencia dejando atrás la elegancia gramatical e incluso las reglas ortográficas .Aunque en fín, ahora que la literatura es libre dejemos que nuestros gustos también lo sean.